Friday, March 20, 2009

Diane Arbus (uno)



Como saben algunos desde hace unos meses estoy, es poco decir, obsesionado con Diane Arbus. Sus fotos, sus inquietudes, sus obsesiones, no dejan de asombrarme. Escribí un extenso artículo sobre ella para el suplemente Universo, del diario La Industria, de Chiclayo, como no tiene una versión web, les dejo aquí el texto (en su primera parte) a modo de breve introducción al mundo de Diane.

DIANE ARBUS Y El SHOW DE LOS ANORMALES (Primera parte)

Diane Arbus es una de las representantes más importantes de la fotografía norteamericana de fines de los 50s. Alcanzó su madurez en la década del 60. Y ha legado para la posteridad algunos de los retratos más célebres que existen de diversos personajes del arte, la literatura y el espectáculo. Pero es ante todo conocida por sus perturbadoras imágenes de prostitutas, travestis, enfermos mentales, enanos, etc. Toda una gama de personajes disfuncionales que se volvieron su principal obsesión.



Quizá no hay fotógrafo cuya vida condense tan bien el sentido mismo de su obra, como Diane Arbus. Rodeada de una aureola sórdida y a la vez melancólica, sus temerarias aventuras en busca de personajes para su propia galería personal de lo anormal, la han convertido en una figura de culto. Un paradigma del fotógrafo que se involucra con sus retratados, al punto que los encuentros sexuales y la vida al borde de la indigencia eran válidas con el fin de calmar su ansia escalofriante por captar todo aquello que cruce el límite de lo socialmente aceptado.

Diane Arbus nació un 14 de marzo de 1923, en la ciudad de Nueva York. Y se quitó la vida un 26 de julio de 1971 en la misma ciudad que retrató crudamente. Creció en el seno de una familia de inmigrantes judíos, dueños de unos almacenes textiles. Su infancia fue cómoda y casi irreal. Su biógrafa, Patricia Bosworth, escribiría de ella: “Al igual que Alicia (En el país de las maravillas), Diane se preguntaba constantemente qué era normal y qué no lo era: ¿qué era animal y qué humano? ¿qué era verdadero y qué fruto de su imaginación? Y nunca se sintió segura al respecto.”

Gran artista triste

Desde pequeña manifestó una gran vocación por los estudios y por el arte, pero optaría por no seguir ninguna carrera universitaria para sorpresa de su familia y profesores. Diane era especial. Un personaje taciturno, misterioso.
Enamorada perdidamente de un joven aspirante a actor, Allan Arbus, contraería matrimonio conél apenas terminada la escuela. Y ahí es cuando empieza una nueva vida para ella.
Sería el mismo Allan quien la introduciría en el mundo de la foto, oficio que este había aprendido durante el servicio militar. Gracias al negocio familiar, Diane mantenía algún vínculo con el mundo de la moda, y empezaría con Allan a hacerse de un lugar fotografiando modelos para revistas. Aquel sería sin embargo un periodo de aprendizaje, Diane aún estaba apegada hacia la idea del “instante decisivo” de Cartier Bresson, y hacia un tipo de fotografía elegante, convencional, que más adelante alguien como Robert Frank se encargaría de romper.

Pero son los 50s, y es en la fotografía de modas y publicitaria donde todo fotógrafo encuentra su mejor fuente de ingresos. Es la época de oro de revistas como Vogue, Haper’s Bazaar, Life o Glamour. Brillan los nombres de fotógrafos como Martin Munskacsi y Richard Avedon, es el Nueva York de posguerra tan lleno de pompas, de bohemia, de jazz. Pero ese esplendor de las revistas, que podía incluso crear una visión del mundo, decaería con la llegada de la televisión.


Por otro lado está el desarrollo del periodismo gráfico y de una exposición fundamental llamada “Family of Man”, donde participaría Diane y Allan, y el ya mencionado Robert Frank, entre otras muchísimas luminarias. Es aquí donde surge el momento de inflexión en la fotografía de Arbus. Impresionada por el trabajo de Robert Frank, y a la vez por las lecciones de Brodovitch (“propónganse disparar algo problemático, no disparen por disparar”) y de quien sería su gran mentora, Lisette Model, Diane Arbus encuentra finalmente el impulso para desarrollar un lenguaje propio, una mirada personal, que es la que ha identificado su trabajo: esa fascinación por lo grotesco, por lo excéntrico, lo insólito y lo disfuncional.


Freak Show

Nueva York está viviendo por entonces un periodo de transición alucinante con la aparición de diversos artistas del Greenwich Village. Es el boom del expresionismo abstracto, de John Cage y su cofradía, de la poesía beat. Y Diane Arbus está metida en el ojo de la tormenta, aprendiendo, conociendo gente. Por entonces su relación con Allan se quiebra. Convertida ya en madre de familia, tiene que enfrentar un periodo de profunda depresión que intentará revertir entregándose en cuerpo y alma a la fotografía. La oportunidad de un trabajo encomendado por la revista Esquire de fotografiar Nueva York para una especial sobre la ciudad, hace a Diane entrar a fondo a ese mundo que le atrae. Así deambula por la ciudad en busca de alguna imagen que la perturbe lo suficiente, como para que valga la pena ser capturada. Fotografía cadáveres, el funeral de un perro, hombres en prisión. Pero el asunto va más lejos. Obsesionada con “Freaks”, la película de Tod Bronwning, empieza a retratar personajes circenses, tragaespadas alvinos, tatuados, enanos y de ahí fanáticas religiosas, pordioseros, prostitutas, travestis, enfermos mentales y demás personajes marginales por los que ella siente un apego casi enfermizo. Lo que la ha hecho célebre no es el interés morboso sino más bien el acercamiento tan natural que mantenía hacia todo tipo de outsiders. Diane buscaba involucrarse con el personaje a retratar, no bastaba sacarle una foto sino que debía indagar en su personalidad, tratar de mantener un vínculo tan intenso que el personaje terminaba revelando cierta complicidad. Es conocida la historia de haber pasado la noche con un pordiosero sólo para esperar que este le ofreciera la imagen que ella necesitaba. Diane buscaba la comodidad de sus retratados, su consentimiento. Buscaba en ellos lo que sólo ella podía ver, algo que sólo a ella le podían dar.