Monday, March 23, 2009

Diane Arbus (final)


Dentro de poco les tendré noticias de un nuevo compilado de música experimental peruana que acaba de salir, armado por un servidor. Creo que ha quedado bastante bien. No he visto aún La Teta Asustada. He leído Tokio Blues de Murakami. Estoy escuchando mucha música psicodélica japonesa de los 60s. He visto el documental de Joe Strummer. Uno sobre Stockhausen (esa misma noche el destino quizo que estuviera cara a cara con un murcielago, ya relataré la anécdota). Ando metido en mil cosas. Sigo creyendo que Eielson es el más grande poeta visual que ha tenido el Perú. He vuelto a leer este poema de Lovecraft, es extraordinario. No fui a ver a Peter Gabriel. Iré a ver a Iron Maiden. Estoy comiendo mucha carne de alpaca. Pero tengo ganas de un ají de gallina. No esperaré mucho para satisfacer ese deseo. Aquí les dejo la segunda parte (final)de mi artículo sobre Diane Arbus.

DIANE ARBUS Y EL SHOW DE LOS ANORMALES (Parte final)

En los 60s Diane Arbus se convirtió en una artista de culto, gracias a sus retratos de freaks, nudistas, travestis y demás seres excéntricos. A continuación repasamos el que fue el periodo de mayor esplendor de su trayectoria.



Diane Arbus tenía la teoría de que la contemplación de seres excéntricos era una cura contra la melancolía. Eso le dijo a Joseph Mitchel, el autor de “Mc Sorley’s Wonderful Saloon”, un periodista que se había encargado de documentar la vida de cuanto freak se le cruzara por el camino. Para Arbus sus investigaciones resultaban estimulantes y una buena guía en su búsqueda de personajes a retratar.

La maga de lo extraño

Convencida ya de sus obsesiones, Diane Arbus se convirtió en toda una cazadora de lo insólito. El propio Mitchel le había advertido del cuidado de romantizar a los excéntricos y freaks pues podían ser tan aburridos como la gente normal. Pero quizá ahí radicaba la diferencia entre Diane Arbus y el burdo sensacionalismo. Para Arbus se trataba de no exaltar la diferencia del personaje sino más bien de mirar a ese personaje en su normalidad, no de adaptarlo a su mundo, sino de adaptarse ella al suyo, de modo que lo que nos sorprende en sus imágenes es esa cotidianidad que capta en lo distinto. Tiene mucho que ver con la estrategia que usaba la propia Arbus bien definida por su biógrafa Patricia Bosworth: “los hacía posar como si fuese a pintarlos al oleo para fotografiarlos como quien toma una instantánea”. Tenía una capacidad innata para la seducción y procuraba en lo posible de crear el clima de confianza suficiente para que estos se descubran como son. No podía fotografiar sin tener el consentimiento del otro. Su técnica consistía también en el uso del marco cuadrado, el enfoque directo con flash, con un estilo clásico y aparentemente simple.



“La mayoría de la gente vive en el temor de tener una experiencia traumática. Los monstruos nacen con traumas y pasan la prueba de la vida. Son aristócratas” declararía alguna vez la artista. Esa aristocracia era lo que le fascinaba. Esos seres especiales de algún modo representaban una forma de libertad, que era quizá lo que nunca tuvo Diane, quien siempre vivió afectada por el miedo. Sus constantes depresiones, más aún luego de la ruptura con su esposo Allan, se incrementaban y era únicamente la fotografía y la idea de aventurarse por las calles, en busca de algún personaje, lo que le daba cierta tranquilidad.

The identical twins

Entre algunos de sus retratos más célebres se encuentran la del enano mexicano Morales, quien yace recostado sobre una cama, desnudo cubierto de una sabana y un sombrero. La imagen es de una sordidez espectacular. De igual modo la del gigante judío Eddie Camel, a quien fotografíó entre 1962 y 1970. Gastó cientos de rollos hasta que un día pudo retratarlo junto a sus padres y captar la expresión atónita en los ojos de la madre ante su propio hijo. Pero no sólo los personajes con anomalías físicas le interesaban sino también aquellos que tenían algún tipo de trastorno de personalidad o sexualidad compleja. Diane se volvió una virtual adicta a retratar hermafroditas, travestis y transexuales, y en eso fue pionera, mucho antes que las drag queens de la Factory de Andy Warhol se volvieran iconos de la contracultura neoyorquina de fines de los 60s. Arbus venía haciéndolo, siguiendo el ejemplo de las fotografías que Brassai había hecho en los 40s. Pero quizá no haya foto que mejor exprese la sensibilidad de la artista que su famosa imagen de las niñas gemelas Rossel. La foto capta la expresión distinta de dos personajes que por un momento nos parecen el mismo. Como si contempláramos una personalidad que de pronto se bifurca o se desdobla. Allí está reflejada la fijación de Diane por lo contradictorio. El director de cine Stanley Kubrick se basó en dicha fotografía para crear la imagen de las hermanas en su película El Resplandor. El tema de los niños fue también recurrente en la fotografía de Arbus, la más paradigmática es aquella del niño jugando con una granada de juguete.



New Documents

Es la década del 60 en Estados Unidos. Diane participa de las marchas en contra de la guerra de Vietnam. Es admirada por muchas feministas que ven en ella a una mujer que no oculta sus placeres, que asume su sexualidad de una manera libre, que no tiene miedo de hablar del tema. Diane con su obra era el signo de una nueva etapa en la fotografía documental, que llegaría a su momento de esplendor con la exposición “New Documents”, que John Szarkowski presentaría en 1967 en el Museo de Arte Moderno de Nueva York. Allí se exhibió una treintena de fotografías de Diane Arbus, sus freaks, nudistas, travestidos y demás seres excéntricos despertaron sentimientos encontrados entre el público. Quienes mejor recibirían esas imágenes serían los hippies que veían en esa marginalidad un retrato de ellos mismos. Poco tiempo después le pedirían a Diane un encargo para retratar hippies, a lo que ella se negó. Su visita a San Francisco le había resultado aburrida.


La radicalidad de Diane la convirtió en un ícono. Al mismo tiempo que, por su radicalidad, sus fotos se volvían peligrosas y los editores dudaban en publicarla. Era difícil para un fotógrafo mantenerse dentro de un contexto de tanta competitividad, como el neoyorquino. Diane tuvo que probar otras alternativas a fin de sobrevivir. Una de ellas fue la de enseñar. Dio una clase maestra, conocida como “La última clase”, que impresionó a una joven generación de fotógrafos.

La última cena

El 26 de julio de 1971 Diane Arbus se suicidó. Tenía 48 años. Se había cortado las venas en su bañera. En su diario había escrito “la última cena”. Ni el reconocimiento obtenido, ni los nuevos encargos fueron suficiente estímulo para vencer sus constantes cuadros de depresión. Para entonces ya había puesto al desnudo a Nueva York, a sus personajes. Había conseguido mostrar con una perturbadora normalidad aquello que nos resulta extraño y con ello hizo de la fotografía una herramienta de descubrimiento, de revelación psicológica. Sus personajes abren un mundo secreto, que al ser contemplado nos obliga a ser también parte de él, nos interpelan. La obra de Diane Arbus nos ha legado esa conmoción que se halla en el acto de mirar: una sensación ubicada entre la revelación y el sobrecogimiento.