Un amigo mío anda aturdido tras oír los resultados de su tercer disco. Escuchar su propia obra lo enferma, lo descompone. Tal vez porque su música es sumamente agresiva, narcótica y descontrolada. Al parecer le asusta reconocerse en ese disco.
Es extraño, hay días, me ha pasado, en los que parece que todo está mal, todo se ve un desastre, nos llenamos de una energía negativa eufórica tan negra que nos resta toda posibilidad de conciencia, uno pierde el control en cierto modo. Pero luego pasa.
Tras salir de una crisis así algunas buenas ideas me salieron, y pensé y acepté que esta es una época sin ídolos, sin nadie en quien creer, con todos los relatos por el suelo, y que la única verdad, aquella de la que no puedo dudar, es justamente aquella que se libera de esas dimensiones que uno no puede controlar.
Que el resultado de una obra personal sea tan intenso que logre descomponernos o logre llenarnos de pavor hacia nosotros mismos es un triunfo, es porque realmente algo se ha liberado, una verdad que tal vez aún no entendemos y por eso nuestro conflicto.
Esto me hace recordar (no se si tenga que ver o no pero igual vale la pena saberlo) aquel ensayo de Glauber Rocha, La estética del sueño, en donde decía que el irracionalismo liberador es la más fuerte arma del revolucionario.
“la existencia descontinúa de este arte revolucionario en el tercer mundo se debe fundamentalmente a las represiones del racionalismo.”
Tal vez todo sea tan sencillo como decir que 1 + 1 = cama.
Wednesday, September 22, 2004
Tengo miedo
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