Tuesday, November 29, 2005

Spinetta (2)

Cuando Spinetta salió al escenario algunos se emocionaron hasta las lágrimas. El lugar estaba abarrotado, al menos así se veía desde nuestro humilde stand up. Vi por ahí a más de una personalidad, desde una escultural Nina Mutal, un solitario Iván Zurriburri (ex Flema, Eter-k), los Frágil, los Demente Común, los Nudo de espejos, un Catervas, hasta un tipo que había sido mi profesor cuando estuve en la academia, etc. Un mar de rostros de la farándula culturosa local.

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Ahora que lo pienso con El Flaco también descubrí algo de ese sonido sucio, no mucho en realidad pero algo de eso había en muchos temas de Pescado, en su primer disco solista y en la etapa con Los Socios del Desierto, rocknroll pulsante y vertiginoso como aquel de temas como “Post-crusifixión” que nunca me cansaré de oír. Ese lado del argentino no estuvo presente en el concierto y lo dejó bien claro: “hay un tiempo para hacer rock y otro para no hacerlo...hay un tiempo para mí música aunque de vez en cuando se me escape un rock”.
¿Y cual era la música del Flaco esta vez? Aquella de sus últimos discos, del Silver Sorgo, Para los árboles y Camalotus, aquel de canciones como “Buenos Aires alma de piedra” “Kamikaze” o “Pequeño ángel”, esas melodías raras que parecen desvanecerse en sus instrumentaciones finas y jazzys. Que lento pasa el mundo cuando canta el Flaco últimamente. Y sin embargo no ha perdido ese magnetismo que hace que uno lo vea y lo oiga. Tiene algo indescifrable, una dimensión, un brillo, un no se qué que lo vuelve ineludible. D pronto uno siente estar frente a un verdadero sabio, frente a alguien que en su lenguaje parece estar revelándolos las verdades que debemos saber.
Así lo sentí cuando evocó a Pescado, cuando inició ese set maravilloso del Artaud (uno de los discos más entrañables que tiene), cuando nos tocó con su varita y nos convirtió en seres mitológicos deleitándonos con las canciones de Invisible que bueno, que más decir de temas como “Los libros de la buena memoria” o “Durazno sangrando” que más. Nada, sólo dejar que algo dentro de nosotros se remueva.

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Cuando terminaba el show alguien vomitó a unos metros de mí. No supe quien era. Sólo vi a un tipo correr hacia el baño. Su salida despavorida dejó un lugar vacío y enorme en medio del público, nadie iba a pisar el vómito. Fue raro. A los pocos minutos Spinetta empezó a cantar “Laura va”, y de pronto esa imagen lúdica y onírica del tema se convirtió en algo deformado y truculento. Para colmo, cuando salía ya del concierto, en dirección hacia la calle Esperanza me topé con una pelea entre cinco tipos mayores medio ebrios, al parecer, por un rasguño a una de sus camionetas. Que extraña imagen final para un día que fue tan especial.