Wednesday, February 25, 2009

Delicioso suicidio en grupo


Hace unos días me paseé por el virrey a ver que novedades había. Y vi ahí brillando como un diamante un nuevo libro de Arto Paasilinna, editado por Anagrama, llamado "La dulce envenenadora". Para mis castigados bolsillos el precio era exorbitante pero el comentario de la contratapa era tan atractivo que algo deberé hacer para hacerme de ese ejemplar. Quizá entrar a robármelo o suplicar me bajen el precio. Y/o esperar que el destino haga con él lo mismo que hizo con "Delicioso suicidio en grupo" : esperar que por circunstancias extrañas este caiga en mis manos.
Paasilinna ha sido un gran descubrimiento. Es un escritor finlandez muy conocido en su país y algo difundido ya en el mundo hispano. Es uno de mis escasos vínculos con la literatura finlandeza. Valga decir, es quizá mi único vínculo con la literatura finlandeza. Bueno, no del todo.
Todos los que ingresamos a la universidad a fines de los 90s, y que vivíamos prendiendole velas a Alejandra Pizarnik supimos por entonces, gracias a Renato Sandoval (que sabe hablar todos los idiomas), de la existencia de una poeta genial llamada Edith Sodergran. Por aquel entonces hubo además un ciclo muy importante en la Filmoteca, con películas de los hermanos Kaurismaki: ahí estaba el mundo de Finlandia. Un mundo que entró en mi cabeza con una película llamada "Zombie el tren fantasma". Que por más que lo he intentado no he logrado sacarme de la cabeza su aterrador final. Ni sus imágenes tortuosas y deprimentes, como esos días en los que todo sale mal y sin mucho escándalo, nadie se da cuenta. Creía que los finlandeces eran tipos muy tristes y muy modernos también. Luego vi a un grupo tocar en el auditorio de derecho de la Universidad. Eran unos finlandeces que hacían improvisación, esa experiencia sin duda ha marcado mi vida: fue la cosa más desconcertante que había visto (hasta ese momento), sentía que todo se estaba yendo al diablo, que los tipos había entrado a deprimirnos a todos, si tocaban era porque de alguna manera había que pasar el rato mientras estaban ahí y era tan tedioso, tan agobiante que la sala quedó vacía rápidamente. Mi mente se abrió muchísimo con esa experiencia, pero seguía confirmando mi idea de que los finlandeces eran tipos muy tristes. Luego empezó a llegar video arte finlandez a Lima. Luego me enteré de la movida de improvisación finlandeza y de grupos como Avarus y Anaksimandros y su aire de comuna anarquista viviendo en los bosques. No habían ahí muchas risas que digamos.
No por nada Finlandia tiene uno de los índices más altos de suicidio.
Entonces un día veo un libro de Arto Paasilinna. Me sucede lo mismo, el precio es exorbitante pero no puedo hacer nada, sólo lo deseo y lo deseo, y mi obsesión hace que un día el libro caiga en mis manos de manera inexplicable.
Y la sonrisa no para. Es un libro sumamente divertido. Es una pequeña sorpresita, que me ha hecho pasar unos días de inmenso placer. Un par de suicidas coinciden justo en el mismo lugar y en el mismo momento en que deciden acabar con sus vidas. Dicho encuentro impide el suicidio de ambos y más bien los insta a sacar adelante una suerte de empresa suicida. Así se arma una convocatoria de suicidas, se realiza un seminario de suicidología, y en caravana este grupo ya organizado, planea quitarse la vida de una manera que sea legendaria. Cómo se va desarrollando la historia con tal de conseguir su objetivo es la acción principal. Pero en todo esto hay un sentido del humor alucinante, corrosivo, la seriedad absurda con la que es tratado el tema del suicidio en grupo termina siendo hilarante. Y hay toda una reflexión sobre el modo de ser finlandez. Algo vagamente me hizo pensar en Pantaleón y las visitadoras, por la manera tan seria en cómo se asumen las cosas, tan ordenada, y en cierto sentido tan rígida, que incluso para lo más terrible o lo más ridiculo la cosa no cambia, y eso habla de un modo de vida que también puede estar siendo reflejo de algo mayor, de un entorno o grupo social, de un ambiente, de algo que se respira y que está en nuestras venas. Eso no significa que los personajes aquí estén cortados con una misma tijera, todo lo contrario porque cada uno tiene una personalidad definida pero comparten algo, algo oscuro, un morbo que es escarapelante pero que Paasilinna sabe mostrar de la manera más delirantemente genial.
De verdad esta novela es una pequeña joyita. Si alguien quiere comprarse "La dulce envenenadora" con gusto podemos intercambiar. La experiencia ha sido muy grata.