Wednesday, March 05, 2008

El mundo de Yuyu


La primera vez que supe de Pauchi fue en mis días de estudiante en la facultad de comunicaciones de la PUCP, en el 2000. Ella estudiaba periodismo y yo comunicación audiovisual. Todo el mundo hablaba de Pauchi y creo que, prácticamente, no había ningún estudiante de la especialidad de artes escénicas, que se respete, que no supiera quien era ella, ya que Pauchi musicalizaba cuanta obra teatral y perfomance pudiese (quien tenga la oportunidad de revisar su grueso currículum sabrá de lo que estoy hablando). Bastaba verla en vivo para olvidarse de la obra y quedarse sólo con el recuerdo de los sonidos que ella le arrancaba a su violín, un instrumento que la ha acompañado desde pequeña hasta el día de hoy que viaja por el mundo con su música.

Pauchi iba a los conciertos del circuito underground de música experimental y siempre que podía tocaba allí. Se había ganado un espacio gracias a su arrollador talento que dejaba a más de uno mudo y emocionado. Todos querían tocar con ella y Pauchi nunca tuvo ningún reparo en tocar con cuanto avezado ruidista y electrónico hubiese. Esa apertura, que hasta ahora conserva, es una de las virtudes que más la distingue. Si hay las ganas ella siempre está preparada para la aventura. ¿Quién podría olvidar su celebrada improvisación al lado del argentino Alan Courtis, o sus performances con Jardín, con Omar Lavalle, Renzo Filinich, Teté Leguía, Elder Olave, etc.? Para Pauchi tocar es un placer y creo que ella podría estar haciéndolo todo el día, como si la vida fuera una experiencia musical o viceversa.
Pauchi ha estado recorriendo varias ciudades de Estados Unidos tocando con el músico Tito La Rosa. Se ha ido al Japón y ha estado mostrando su propia música, esa que tanto disfrutamos en sus performances Cuarto Blanco, El Baño y El Depósito. Y que ella ha tenido el buen gesto de editar en un disco para ofrecernos a nosotros, simples mortales, que la admiramos y estamos siempre atentos a sus movimientos.
Yuyu es entrañable. Fue editado de manera independiente en el 2007. Es un disco que se declara expresamente como de imágenes, “de esas que no pueden contarse con palabras”. Yuyu es un disco de deleite. Pauchi busca ser ella y su música libremente, a donde la lleve. Tiene cierto aire oriental (no hay que olvidar la ascendencia japonesa de Pauchi), algo del canon de Pachelbel, algo del eclecticismo que produce la fusión de lo ancestral con lo moderno, algo de collage sonoro. Esto último quizá no sea tan visible en el disco como lo es en sus presentaciones, donde suele conectar su violín a pedales y samplear su voz, sus quejidos, su tos, etc para crear capas de sonidos multiplicados, sobre los que su violín inicia un viaje sin retorno, con nosotros incluidos. Este no es pues un disco donde Pauchi explore mucho las posibilidades del violín amplificado (como suelen ser sus vivos) sino que es un trabajo de exploraciones en la melodía. “Do You II” es notable en ese sentido. “Llanto de Orfeo” tiende algún puente con la música contemporánea, es una pieza realmente escarapelante, el sonido parece que se acaba en algún punto en el desierto. Pauchi sabe conseguir esos efectos de espacios solitarios. Su violín parece siempre acompañar alguna situación difícil pero es tan intensa su interpretación que el asunto va más allá del paisaje que ella describa. El asunto se vuelve una relación entre ella y su violín y el trance del que nos hace testigos, antes que otra esa imagen llega a nosotros. Porque si algo ha conseguido Pauchi es eso, crear una simbiosis entre su instrumento y ella. ¿No son acaso esos sonidos corporales pasados por el delay una forma de extenderse para mezclarse con el sonido de su propio violín? Ser uno con su instrumento no es algo fácil y Pauchi quiere demostrarnos que está para grandes cosas. Ojalá la tengamos de nuevo por Lima para emocionarnos con otra de sus presentaciones. Por mientras dejemos que la luz caiga y nos invada el universo mágico de Yuyu.

pd. el disco se vende en la tienda neomutatis o a través de la web de Pauchi