Monday, May 22, 2006

Los Saicos o la manzana de la discordia



Supongo que a estas alturas muchos ya se habrán enterado que Los Saicos serán condecorados este 27 de mayo en la municipalidad de Lince. Juan Carlos Guerrero, recordado por su programa radial Zona 103, es quien oficiará de maestro de ceremonias y quien es el “enlace con Los Saicos”. Esta auto atribución de “enlace” le ha molestado a Gonzalo Alcalde (aka Gonzaleo), guitarrista de los geniales Manganzoides, quien reprueba dicha actitud, a través de un correo que ha enviado, alegando una impropiedad en la conducta de Juan Carlos Guerrero.
Toda esta situación es bastante simpática y bueno, voy a explayarme al respecto. Antes que nada hay que señalar que la condecoración que se hace a Los Saicos me parece de lo más encomiable, pues lo ameritaban hace tiempo, cuando Rolando Carpio estaba vivo aún, más allá de que sea quien sea el que se lleve el crédito de salvador de la memoria. Me parece además que es una condecoración significativa en el sentido de que no es la única que se hace a un olvidado músico peruano por estos días. Ya se ha realizado una a Yma Sumac, ahora vienen los Saicos (sin decir que en el programa La ventana indiscreta hicieron una panorámica revisión sobre el rock peruano que incluyó entrevistas a integrantes de Los Saicos, Traffic Sound, El Polen, Pax, etc, algo que no es usual ver en un programa peruano de señal abierta y menos de “antena caliente”). Por otra parte para dentro de un par de meses se anuncia una exposición documental sobre los ilustres poco conocidos músicos peruanos de vanguardia de los años 60s (César Bolaños, Edgar Valcarcel, Leopoldo La Rosa, etc).
Lo que me parece curioso es que todas estas actividades reivindicativas vengan muy juntas, es casi una oleada de nostalgia de propuestas, digamos, radicales, de riesgo, de las que se espera formen parte de una vez por todas de nuestro imaginario y salgan de ese ámbito de oscuridad en el que se han estado moviendo.
La trascendencia de Los Saicos es conocida mundialmente, y que duda cabe, han sido el mejor grupo de rock que tuvo el Perú en los años 60s, y quizá uno de los mejores de Latinoamerica en aquel entonces y aquí, si bien con un éxito rotundo en su momento (mi padre siempre me cuenta que una fiesta no podía acabar sino ponían la clásica Demolición), han quedado relegados a sólo ser un “grupo de culto”. Lo mismo sucede con Yma Sumac, lo mismo sucede con gente como Bolaños y Valcarcel, grandes exploradores de la novísima música electrónica en los 60s.
Justo ayer leía una entrevista que le hacían a Augusto del Valle, a propósito de la muestra que acaba de inaugurar en el Museo de Arte, para el ciclo “Miradas de fin de siglo”, un ciclo de exposiciones que busca reflexionar sobre la creación en el Perú, dice sobre la plástica nacional, a propósito de una pregunta que le hacen respecto a las transformaciones sociales en los años 50s, y de un proceso de democratización ligado a los fenómenos migratorios de aquel momento: “es un fenómeno de doble filo. La otra cara de esa democratización ha sido la disolución de formas culturales que institucionalmente se creían pertinentes para la población, para el ciudadano común. Y este es un tema importante: solo si hay institucionalidad que crea discurso se puede generar una dialéctica interesante con otra gente, más joven, que viene a negar ese discurso, a discutirlo. Pero si esta institucionalidad es débil, y no formula discurso, entonces estamos en una suerte de deriva existencial de la cultura.”.
Esa deriva existencial de la que habla Del Valle puede también encontrarse en el rock peruano, y también en otras formas musicales peruanas. Esa deriva es lo que creo explica en parte que para ir al pasado musical peruano (al de hace 30 o 40 años) haya que convertirse en una suerte de Sherlock Holmes. Pero al parecer el efecto empieza, felizmente, a revertirse de a pocos. Hay más gente interesada en sacar las cosas a la luz, en devolver a los artistas a su sociedad, hay un espíritu de investigación y de querer armar el rompecabezas, lo que me parece muy estimulante y lo veo no sólo en cuestiones de música, sino también de literatura y artes plásticas, gente joven que está sacando a la luz e investigando sobre autores y artistas importantes, que no han sido muy difundidos, demostrando que hay mucho por hacer, mucho por explorar y explicar.



Y bueno, es aquí que quiero regresar al punto inicial sobre el reproche que Gonzaleo le hace a Juan Carlos Guerrero. No me voy a meter en la discusión de si está bien atribuirse eso de “enlace de los saicos”, lo único que espero es que Guerrero no ponga trabas para poder hablar con Los Saicos pues es allí donde está la semilla del conflicto y donde tengo que discrepar con Gonzaleo cuando dice: “Hace cerca de 4 años fui el primero en entrevistar a Erwin Flores (a raíz de que el se acercara por correo electrónico por un interés en escuchar el cover de "El Entierro de los Gatos" que grabara mi grupo en el 99), para el fanzine Sotano Beat, quienes ya habían logrado la modesta (lo digo por la humildad y respeto que los caracteriza) hazaña de ubicar y entrevistar por primera vez a un Saico, el fallecido guitarrista Rolando Carpio. Sin alharacas ni aspavientos, estos fueron los puntos de partida para que mucha otra gente (incluida Olenka Zimmermann y muchos mas) se animara a acercarse a Los Saicos sobrevivientes. Pero jamás nos hubieramos atrevido a llamarnos "enlaces con los Saicos".”

De Sótano beat, tengo que decir que el trabajo que han hecho edición tras edición ha sido valiosísimo para poder redescubrir a toda una generación de rockeros peruanos de los años 60s, de quienes no existía mayor documentación.
El trabajo de Sótano beat fue en ese sentido siempre loable pero creo que también pernicioso en un punto y es que parecían estar muy contentos con reducir a “grupo de culto” a tantos grandes grupos peruanos de los 60s, en el sentido de mantener en resguardo cierta información que permita llegar a ellos directamente. Hablo concretamente de Arturo Vigil, redactor de Sótano Beat, quien en Only Sixties, una nueva publicación dedicada al rock de los 60s escribió esto, a propósito del fallecimiento de Rolando Carpio, guitarrista de Los Saicos: “”Rolando Carpio, de profesión ingeniero de sistemas, tenía una pequeña oficina que estaba ubicada en una calle de Mariscal Las Heras (Lince) y, es ahí donde realizamos la entrevista que despejó muchas dudsa de esa mítica banda. y por mi parte, yo siempre me opuse a dar a cualquier hijo de vecino o advenedizo, la dirección de Carpio, porque creo que este privilegio, nos correspondía solamente a aquellos que verdaderamente amábamos la música de Los Saicos y todo el sonido sixties peruano y además porque sigo creyendo que teníamos por derecho propio, que guardarnos algunas informaciones y por cierto, tengo a buen recaudo los audios originales de dicha entrevista, que las conservo como verdaderos trofeos de guerra, por así decirlo”
Pues no veo ni por asomo algo que se le parezca a la humildad en esas oraciones y sí más bien pura y nociva arrogancia, una actitud infantil de “no te invito mi torta” que francamente me parece patética. Uno de los momentos más lamentables del periodismo musical en el Perú, la confesión pública de un avaro de la información. Con todo el respeto que me merece y sin menospreciar la información valiosa que pueda haber brindado, actitudes como esa, estimado Arturo Vigil, de “guardarnos algunas informaciones” han sido el peor daño que le pudieron hacer a Los Saicos, pues quizá Rolando Carpio pudo recibir la condecoración cuando estuvo vivo.
Y no es el único. Nunca va faltar en Lima alguien que se guarde información. Como el tipo este que vende rock peruano en Quilca, y que asegura tener una cinta de vhs con las presentaciones en la tele de Los Saicos, El polen, El álamo, etc. material visual que se cree perdido. Y bueno, el tipo te hace salivar por varios minutos hablándote de sus joyas y cuando tu le dices, ¡lo quiero! te dice: “no flaquito, no se lo muestro a nadie y no lo voy a pasar a dvd porque de vhs es más difícil que alguien lo copie.” Y así, hay muchos otros casos que prefiero ya no contar para no hervirme más el hígado.
Pero entiendo las razones que hay detrás de todo esto. Tiene que ver con que un amigo hace unos años vendiera un vinilo de Laghonía en 300 dólares. O sea, es como pretender legalizar la cocaína, si lo haces baja el precio rotundamente y posiblemente ya no sería un buen negocio. Sucede con el rock, con Los Saicos, cuando es escasa y oscura la información se convierte en la mejor mercancía, toda una minita que hay que mantener a buen resguardo de dar a cualquier hijo de vecino o advenedizo. No vaya ser que malee la plaza, que nos roben el show.

Pero bueno, aprovechen el pánico, robaron la joya y ahora es de todos. Los Saicos este sábado 27 a las 10.30 de la mañana en la intersección de las calles Miguel Iglesias y Julio C. Tello, en Lince. Vayan y graben, filmen, entrevístenlos, invítenles una cerveza, diganles para jammear y graben el ensayo, lleven sus afiches, posters para que se los autografíen, tómense fotos, bésenlos, arránqueles un brazo, sáquenles el jugo que es una oportunidad única. Enciendan el hilo de pólvora. Luego no se quejen. Están avisados. Nos vemos allí.