Tuesday, July 13, 2010

La euforia del espanto: la pintura de Francis Bacon (Parte 1)


Si hubo un pintor que supo representar desgarro, angustia existencial, descenso y deseo, ese fue Francis Bacon, artista extraño y de un mundo personal tan perturbador que su obra es imposible de ser contemplada sin sentir un estremecimiento, a medio camino entre la fascinación y el espanto.

Nació en 1909 en Dublín, Irlanda. Vivió de cerca la Primera Guerra Mundial y la Guerra Civil Irlandesa. Pasó su niñez entre su ciudad natal y Londres. Hijo de un militar autoritario criador de caballos y perros, sufrió desde pequeño de asma, producto de la alergia hacia los caballos. Debido a la enfermedad y a los constantes viajes de la familia, su educación se verá afectada y tendrá que completarla con clases particulares. Mantuvo una conflictiva relación con su padre, agravada por el desarrollo de la atracción sexual hacia este y al descubrimiento de sus inclinaciones homosexuales (es descubierto probándose la ropa de su madre), lo que le costaría el alejamiento de su familia.

Hacia Berlín y París

Viaja nuevamente a Londres y de ahí a Berlín en donde conoce la vida bohemia y los mundos de libertad sexual de la República de Weimar, que por aquel entonces artistas como Otto Dix y Goerge Grosz plasmaban en sus cuadros. Eran los tiempos de una corriente revolucionaria que se conocía como Nueva Objetividad. El joven Bacon se deslumbra su vez por “El Grito” de Munch y la película el “Acorazado de Potemkin” de Eisenstein. Por entonces no tiene pensado dedicarse al arte. Trabaja como decorador de interiores y diseñador de mobiliario.

Sus tres meses en Berlín, con tan solo 19 años, serán fundamentales. Sin embargo, será recién cuando entre en contacto con la pintura de Picasso, durante su visita a Francia, que se sienta el deseo de ser pintor. Por entonces el surrealismo vive un momento de apogeo en Francia. “El Perro Andaluz” de Buñuel le confirma el camino revulsivo hacia donde dirigir su arte, así como mucha de la fotografía surrealista. Sus primeros trabajos combinan sus dos referencias más inmediatas: la Nueva Objetividad y el Surrealismo. Es en ese momento un aplicado alumno y aun faltará un poco para que descubra su verdadera voz.

Londres y la Crucifixión

Su retorno a Londres, en compañía de su mecenas (y amante) el pintor Roy de Maiestre, marcará ya el inicio de su trayectoria como artista. Lamentablemente muchos de sus primeros cuadros como “Mujer a la luz del sol”, y la del cuerpo inerte de un cristo vendado sobre una mesa, son destruidos posteriormente por el artista. Una “Crucifixión” que el crítico Herbert Read incluyó en su libro “Arte hoy: introducción a una teoría de la pintura y escultura moderna” (1933) le permitiría difundir su obra entre un círculo selecto y aspirar así a un mayor reconocimiento. El tema de las crucifixiones lo aprende de Maestre, quien venía haciendo variaciones de la Piedad y demás cuadros de tema religioso, sin embargo no era el tema religioso, como el propio Bacon señalaría con el tiempo, lo que le atraía, sino la idea de un cuerpo suspendido en lo alto.

Para entonces la Segunda Guerra Mundial ha estallado. Bacon alquila un perro pastor alemán con el que pasa la noche. Al día siguiente un ataque de asfixia evita que sea enlistado. Se refugia en una campiña y empieza a pintar nuevamente. Y serán las imágenes de guerra, tanto las fotografías y los noticiarios las que se conviertan en su principal influencia. Estas empiezan a ocupar un rol importante en su pensamiento y más adelante en su obra. Inicia el estudio de la fotografía victoriana de Edgard Muybridge, en los que dicho autor investiga los movimientos de luchadores, animales, etc. Bacon reconocerá que la fotografía fue su principal escuela pictórica.

De este periodo del artista (década del treinta) quedan pocos cuadros, pues como dijimos el artista destruyó prácticamente todos, salvándose únicamente aquellos que habían sido adquiridos comprados, algunos de estos son: “Herida para una crucifixión”, “Figura en un paisaje”, “Figura en un jardín”, “Interior de una habitación”, “Rincón del estudio”, etc.

En 1940 fallece el padre de Francis Bacon y eso le genera un estado de libertad. El padre le deja una herencia lo que revela que las relaciones entre ambos no fueron tan ásperas, pese a todo. Como consecuencia su hermana sufre de una parálisis y dicha enfermedad motiva diversas reflexiones en el artista, se pregunta por las relaciones entre el cuerpo paralizado y la mente. Por esa época en Londres se han formado diversos movimientos artísticos, que tienen como tema los conflictos bélicos: están los Neorrománticos y los Unite One, Bacón estará muy cercano a los primeros, aunque su trabajo se diferencie por no usar el tema bélico en un sentido literal. Hace amistad con artistas como John Minton y Lucien Freíd, este último tendrá un rol especial en la obra y vida de Bacon.

Será con la obra “Tres estudios de figuras junto a una crucifixión”, expuesta en 1945, un mes antes de la rendición nazi, que Francis Bacon inicie en su real dimensión su trayectoria artística. Será esa obra la que determine el rumbo de sus trabajos y sintetice sus obsesiones y terrores. Masson y Max Ernst aparecen como figuras tutelares de un insólito surrealismo que desfigura y articula cuerpos y pone bocas rugientes sobre superficies de las que poco podemos inferir, salvo que estos conglomerados de materia viviente nos ahuyentan, gritan desde su mundo, con dolor y rabia, nos alertan de su presencia. Es el resultado también de una época de pos guerra, de Hiroshima, de las que Bacon no está ajeno: se diría que es un obseso total de las imágenes bélicas que la prensa difunde y las consume con extraño placer: explosiones, cuerpos mutilados, etc. Bacon pinta y luego destruye cuadros de tema bélico, pero el horror de la época está presente. “Pintura” (1946) es su primera obra maestra: la guerra, la carne muerta y el dictador, tres de sus obsesiones, en una misma escena que luego de verla, se fijan en nuestra memoria para siempre.


Luis Alvarado