Saturday, May 10, 2008

Sobre algunos discos que estoy oyendo día y noche

Como siempre suele pasar volví a abandonar el blog. A veces simplemente no hay nada que postear porque a uno no le nace nada que escribir. Pero mi vida siguió. He leído algunas cosas maravillosas últimamente, entre ellas entre ellas este poema de Lawrence Ferlinguetti que ha cambiado mi vida y que espero se las cambie a ustedes también.
He estado escuchando mucha música nueva últimamente y quería contarles de algunos discos que particularmente me han llamado la atención por alguna u otra razón.
Ah y dense una vuelta por Puro Show, un nuevo blog sólo de conciertos, donde he dejado ya varios posts.


Flower Travellin Band - Satori (1971)

Pasa una cosa rara con los japoneses, cosas que tal vez nunca entenderé, lo único que tengo claro es que además de llevar las cosas al extremo los japoneses son unos verdaderos fanáticos y no tienen ningún problema en rendirle homenaje a sus ídolos, en querer ser como ellos, en imitarlos (en algunos casos hasta ser incluso mejor que ellos). Pienso por ejemplo en la cantidad de discos que los Acid Mothers Temple tienen homenajeando a sus ídolos (un desfile de citas que incluyen a Terry Riley, Frank Zappa, Hendrix, King Crimson, Univers Zero, etc), una manera de llevar a su terreno lo aprendido y volcarlo con la marea de electricidad característica de la tierra del sol naciente.
Pero quería hablarles de los Flower Travellin Band, junto a Les Rallize Denudes, un grupo fundamental en la historia del rock nipón. Los FTB se dieron el lujo de emular a Black Sabbath y Led Zeppelin y llevaron el resultado a límites insospechados, hasta rozar la perfección, hasta hacer, por un instante, la mejor música del mundo. Sólo basta escuchar su fenomenal Satori (palabra que alude al acontecimiento zen) para caer rendidos. La fusión perfecta de hard rock con psicodelia y un tratamiento en la guitarra que combina folklore japonés con riffs que anticipan al llamado rock pesado y porque no, al stoner. Cuando arrancan los motores de FTB el combustible se hace inagotable. Pura intensidad. Satori es una verdadera bala. No tiene pierde, de verdad, este disco es una joya.


Univers Zero - Heresie (1979)

Reducido siempre a tres o cuatro dinosaurios el rock progresivo es un mundo más basto de lo que algunos pueden pensar. La variedad de estilos y subgéneros es enorme. Y dentro de ese mundo si hay un grupo que brilla con luz propia es Univers Zero. La audacia de su sonido los hace tan personales que en realidad están lejos de cualquier clasificación. Su temprana vinculación con el movimiento Rock in Opposition (creado por el Henry Cow, Chris Cluter, en 1978) tiene que ver con esa asociación con el sonido progresivo, ya que muchas de las bandas vinculadas al RIO tenían justamente ese sonido (Samlas Mamas Manas de Suecia, Stormy Six de Italia, Henry Cow de Inglaterra, Etron Fou Leublan de Francia). Pero digamos, eran la cúspide de un sonido que en realidad se había abierto a todo, eran más que nada bandas experimentales donde se mezclaba la improvisación libre, con el rock, con la música contemporánea, con el folklore de cada país y el resultado para cada caso terminaba siendo una cosa fascinante. Nada que ver con el insípido sonido de mucho progresivo actual que en realidad tiene más de música adulto contemporánea que de la búsqueda y experimentación característica del RIO. Univers Zero, como muchas bandas vinculadas al dicho movimiento, heredan cosas de Frank Zappa, de Magma y de la música académica de Bartok y Stravinsky a las radicalidades de la música de vanguardia. Se les suele llamar a lo que hacen “rock de cámara” ya que se trata de un ensamble musical que incluye oboes, violín, viola, etc pero también instrumentos eléctricos. De todos los discos que voy escuchando, Heresie (1979) es el más raro y siniestro: voces lúgubres, atonalidades inesperadas, violines escalofriantes cuando no esquizofrénicos, un clima oscuro cubre el disco. La herejía como se sabe es una práctica que se opone al dogma cristiano. Y es la imagen perfecta para definir el camino que abre UZ, lejos de todo esquema, de toda preconcepto. Con este disco UZ aportaron su grano de arena a la erosión de fronteras musicales (academicismo o popular) y le dieron la vuelta (como las otras bandas del RIO)a una forma de hacer música ante la que el punk por ese entonces había surgido como alternativa.


Amauta –Amauta (1980)

Estoy absolutamente fascinado con la aparición de blogs con música de libre descarga. Es lo mejor que pudo haber pasado ya que ha permitido que existan blogs temáticos de determinado tipo de música y dentro de este gingantesco mundo, los blogs de rock por países. Hay blogs dedicados al rock uruguayo, al rock argentino, al chileno, al boliviano, brasilero, al peruano, etc. ¿Y esto que significa? Pues es simple, al ver todo el material a disposición me doy cuenta del gran desconocimiento que existe respecto de lo que ha ocurrido en nuestros países vecinos. Algo que nunca acabo de entender. Fue así como llegué a Amauta.
Amauta es un grupo surgido en Ecuador y formado por Fernando Albornoz, Angel Cobo, Galo Garrea, Tomás Lefever y Pedro Pino, estos dos últimos de nacionalidad chilena. Léfever es un compositor vanguardista contemporáneo al peruano Celso Garrido–Lecca (quien debe haber conocido a Lefever pues vivió por la misma época en Chile, y como Lefever fue también alumno de Free Focke, un compositor discípulo de Anton Weber). Exiliados tras el conflicto político chileno Pino y Lefever se van a radicar a Ecuador donde empieza la historia de Amauta.
En un primer instante Amauta recuerda al sonido de El Polen pero también hay un acercamiento a la nueva canción latinoamericana (sobre todo en temas como “Concreto Polar” o “Hay un lugar” que trae a la mente a Victor Jara y/o Voleta Parra). Y eso me hace pensar un poco en la experiencia de Tiempo Nuevo, que fue justamente el grupo que Celso Garrido-Lecca hizo a mediados de los 70s en el Perú tras su salida de Chile debido al conflicto en dicho país. Estando de vuelta en Perú, en pleno gobierno Velazquista, Garrido-Lecca fundó el Taller de Canción Popular, y luego el grupo Tiempo Nuevo, e introdujo así en nuestro medio la canción latinoamericana y sobre todo la chilena.
El asunto con Amauta parece tener una historia similar, aunque la juventud de sus integrantes parece ser la razón de esa filiación rock que sumada a la inquietud vanguardista de Tomás Lefever (quien se incorpora hacia fines del 79) hacen del resultado algo bastante original. Además de tratarse creaciones colectivas, Amauta integró diversos planteamientos musicales: el sonido propiamente andino, planteamientos de la música de vanguardia y del jazz: atonalidades, disonancias, improvisación. Pero también hay algo de blues, algo incluso de sonido progresivo (“folklore progresivo” le dicen). Lo que me entusiasma es que Amauta es un ejemplo de que es posible estar abierto al mundo, sin dejar de ser uno mismo. Una verdadera muestra de avanzada popular, hoy que se habla tanto de fusión, deberíamos recordar un ejemplo como el de Amauta, que es más que puro guiño, es auténtica asimilación de dos mundos.

Maurizio Bianchi - Technology (1981)

El italiano Maurizio Bianchi produce los sonidos que uno ya no desea recordar. Te atormenta con atmósferas a las que ya no quieres volver. Te hace testigo de aquello que sólo puede producir vértigo. A Bianchi parece sólo preocuparle el fondo, tocar fondo, ir al encuentro de la zona más oscura, donde todo aún es informe, a la raíz del miedo. Su música está pensada como una experiencia de choque, lo que quiere es que te des contra sus sonidos como si te dieras contra la pared, contra ti mismo. Sus discos son extrañas construcciones de sonidos encontrados y procesos artesanales: collages de vinilos, juegos con pedales, efectos caseros, sombrías máquinas de ritmo. Un individuo trabajando a solas, construyendo bloques sonoros sobre el desastre y la enajenación. Maurizio Bianchi es lo que podríamos llamar un verdadero músico de culto, es considerado como uno de los padres del noise y una figura clave de la música industrial, de esa que nace con Throbbing Gristle, SPK, NON y que luego N grupos continuaron, entre los cuales Illusion of Safety, Club Moral, Nocturnal Emission o Stujclffe Jugend sean de los más originales de una lista sin fin. Las aventuras de Bianchi datan de fines de los 70s. Por entonces edita casettes bajo el nombre de Sacher-Pelz, inspirado en Sacher Masoch, autor de La Venus de la Piel. Hay todo un halo de misterio entorno a su vida: un lapso de 14 años alejado de la música, un retorno con rollos cristianos, un cambio también en su sonido, orientado más al ambient e interesado en ideas metafísicas. No ha perdido la audacia, sus últimos discos también me hacen temblar, pero es el Bianchi de fines de los 70s y comienzos de los 80s el que por ahora me obsesiona, sobre todo por la textura sucia y casera de sus sonidos.
Hay cierto consenso en ver su Sinfonía del genocidio (1981) como su obra cumbre, recientemente reeditada por la ominosa Hospital Production. Sin embargo de todo lo que oí hasta el momento he quedado perturbado con su Technology (1981), y sus hipnóticas burbujas de noise en contrapunto de solemnes notas que parecen venir de un órgano catedral, que avanza como una capa discreta bajo el estruendo del noise que va mutando hacia formas cada vez más inquietantes: balaceras, bombas y demás emulación de artillería terminan dominando todo el espectro sonoro. ¿Es la tecnología la que avanza y vence? ¿Es que detrás hay una pregunta por a dónde nos está llevando todo esto?


Burning Star Core – Operator dead... Post Abandoned (2007)


Spencer Yeh es de esos artistas de quien uno diría que se mueve entre lo académico y lo no académico, entre la escuela y la calle y sin embargo es muy probable que el mismo Spencer Yeh no comprenda qué es eso de estar entre uno y otro lugar, porque tal vez para él todo sea un mismo lugar. Nacido en Taiwan pero instalado en Ohio desde muy pequeño, es una de las figuras más descollantes de la actual escena experimental gringa, que sigue teniendo como centro de gravitación a Nueva York. Tiene decenas de discos editados, un sello propio (Drone discos) y colaboraciones con gente igual de notable y diversa como John Wiese, Yellow Swans, Aaaron Dilaway, Chris Corsano, Thurston More, etc. Sus discos incluyen sonidos guturales, sonidos electrónicos, procesos diversos y ante todo una destreza asombrosa con el violín, su instrumento principal. Hace no mucho, con su proyecto Burning Star Core, editó un disco con el sello No Quarter, llamado Operator Dead...Post Abandoned, que es una joya. Para este disco ha contado con la participación de Trevor Tremaine, baterista de los extraños Hair Police, además de Robert Beatty y Mike Shiflet en la parte electrónica.
Operator Dead es uno de esos discos de atmósfera apocalíptica overdub, a la manera de los momentos más densos de grupos legendarios del industrial como Throbbing Gristle y SPK. Con la diferencia que Spencer Yeh toca el violín como los dioses (hay que oír sus improvisaciones en solitario) y entre la masa de ruido aparece el violín creando un contrapunto muy intenso. La batería de Tremaine y los sonidos opresivos del experimentado Mike dan el cuerpo necesario para que los desaforados chillidos del violín procesado nos sumerjan en una experiencia psicodélica tan angustiante como extática. “The Emergency Networks are Taking Over”, el tema final del disco, es una fascinante combinación de estilos que cruza el industrial, la improvisación, lo free y el drone.
Pero es el título del disco lo que ha hecho volar mi imaginación.
No pude evitar recordar todo el tiempo ese cuento de Ray Bradbury, “Llamada Noctura”, donde se narra la historia de Emil Barton. Un piloto que un día se precipita con su nave espacial en Marte, un planeta vacío, sin posibilidad de retomar contacto con la tierra. En su espera de ser rescatado, y para paliar la soledad, construye unas estaciones telefónicas con el equipo de su nave, graba diversas preguntas y respuestas y ubica estas estaciones en varios puntos de Marte, de modo que podía visitar varias zonas y recibir una llamada telefónica y hablar todo el tiempo con él mismo. Asi se pasa la vida conversando por cincuenta años. “Estoy sólo. No vivo más que cuando hablo, así que tengo que hablar”, se dice en algún momento el desdichado Barton, quien al final termina siendo devorado por su propia creación. Los diálogos, sin embargo, seguirán sonando como única presencia en ese planeta vacío. ¡Hola Barton! ¿Si, Barton?...
Lo fascinante de este cuento es la creación de una realidad virtual que termina devorando a su creador. Lo virtual termina desapareciendo al operador. El cuento fue publicado en el volumen Fantasmas de lo nuevo, en 1943 y entre muchas cosas anticipa un temor actual: el de estar siendo absorbidos por una gran realidad simulada que puede terminar por desaparecernos. La muerte de Barton es lo que inquieta en el cuento, porque a pesar de estar muerto esos diálogos siguen allí simulando un universo de sentido, pero son vacíos, mecánicos. Metafóricamente la muerte de Barton podría ser la pérdida de nuestra sustancia matriz, de nuestra esencia.
No sé en qué estuvo pensando Spencer Yeh pero yo pensé en esto todo el tiempo y recordaba la cantidad de horas que paso conectado a esta máquina, conversando con personas a quienes tal vez nunca les vea el rostro, fascinado con tantos e infinitos paisajes digitales y no me hace problema eso pero pienso cuantas cosas ya han cambiado, qué manera de quitarnos el aburrimiento tenemos ahora, quiero ver más, quiero leer más, quiero escuchar más, todo dentro de la pantalla, que a veces parece que no vivo sino lo hago.